No eres lo que te dijeron: cómo soltar creencias y empezar de nuevo
Hoy quiero hablar de algo que a veces parece invisible: las creencias limitantes. Puede que te preguntes qué es eso. Bueno… a veces no las llamamos así. Simplemente son ideas que damos por ciertas. Cuando era más joven, en mi familia había una sobre mí: que era perezosa. Floja. Desganada. Llámalo como quieras. Yo lo creí. No solo porque me lo dijeron… sino porque lo adopté. Me volví “la floja” de la casa. Y eso, con los años, se volvió normal. Tan normal que nunca lo cuestioné. Porque cuando algo se siente tan tuyo, ¿para qué lo mirarías dos veces?
Un día, fui al médico. Llevaba semanas sintiéndome apagada, arrastrando el cuerpo como quien carga un peso que no se ve. Me hicieron varios exámenes, entre ellos uno que nunca me habían hecho antes: TSH y T4. Resultados relacionados con la tiroides. La TSH, para darte contexto, debe estar entre 0.5 y 4.5 mUI/L. La mía estaba en 27. Cuando la doctora vio los resultados, me miró y me preguntó algo que nunca voy a olvidar: “¿Y tú cómo haces para vivir así? ¿No estás agotada todo el tiempo?” Le respondí sin dudar: “Sí, siempre estoy cansada. Pero pensé que era lo normal”.
Ahí empezó el sacudón. No el cambio, ojo. Solo la primera grieta. Tardé meses… años tal vez, en aceptar que esa “verdad” sobre mí no era tan verdadera. Que quizás no era floja. Que quizás solo estaba enferma. Pero esta no es una historia con un final perfecto, donde todo se ilumina y yo despierto poderosa diciendo “nunca más”. No. Me encantaría decirte que ese día abrí los ojos, lo cuestioné todo y cambié mi vida. Pero no. Me tomó más tiempo. Porque las creencias que duelen no siempre se rompen con lógica. Se deshacen lento… como nudos.
Y eso es lo que quiero dejarte hoy. Que a veces quienes más nos aman, sin mala intención, pueden sembrar en nosotros ideas que no son nuestras. Ideas que se sienten tan ciertas que se vuelven parte de nuestra identidad. Y entonces andamos por la vida cansados, frustrados, creyendo que ese malestar somos nosotros. Pero no lo somos. No siempre. Así que te dejo una pregunta que me ayudó a empezar a soltar:
¿Quién soy en verdad? ¿Soy quien quiero ser… o quien otros me dijeron que era?
Ya te contaré pronto qué hice después. Porque no basta con saberlo. Lo que cambia todo es actuar.

✨ Lecciones del Camino
Lo normal también puede ser una jaula.
Hay cosas que creemos simplemente porque siempre han estado ahí. Se sienten familiares. Casi cómodas. Pero eso no las hace verdad. Cuando llevas años sintiéndote de una forma —cansada, confundida, fuera de lugar— puedes asumir que así es como eres. Que eso es lo normal. Pero tal vez solo has vivido dentro de una jaula invisible, hecha de ideas que no cuestionaste. Y a veces basta una grieta para empezar a ver que hay más allá. No tienes que tener todas las respuestas aún, pero sí mereces hacerte la pregunta
No todo lo que crees de ti… viene de ti.
A veces confundimos lo aprendido con lo auténtico. Nos dijeron algo tantas veces —que somos flojos, que no servimos, que somos “difíciles”— que lo aceptamos como propio. Pero eso no significa que lo sea. Nuestro entorno tiene más poder del que imaginamos para moldear nuestra autoimagen. Lo que te dijeron no define tu esencia. Solo tú puedes empezar a descubrirla con ojos nuevos. Pregúntate: ¿esto que creo de mí es mío… o me lo regalaron?.
Las etiquetas pesan más que los diagnósticos.
Una palabra puede acompañarte toda la vida. Floja. Lenta. Difícil. Y se vuelve parte de tu nombre, de tu historia. Pero un diagnóstico clínico —como el de tiroides— puede mostrar que esa etiqueta era injusta, incluso cruel. El problema no eras tú. Era que nadie se detuvo a mirar más profundo. La ciencia puede abrir la puerta, pero el verdadero cambio comienza cuando tú te atreves a cruzarla.
Las creencias que duelen no se rompen, se deshacen.
No basta con que alguien te diga “eso no es cierto”. Cuando una creencia te ha acompañado tanto tiempo, se adhiere a tu cuerpo, a tu manera de ver el mundo. Desaprender duele. No por la verdad nueva, sino por lo mucho que invertiste en la anterior. Cambiar no es un acto de voluntad inmediata, es un proceso lento. Como soltar un nudo apretado. Y eso… también es válido.
La pregunta que cambió todo fue: ¿quién soy en verdad?
No fue una respuesta lo que inició el cambio. Fue una pregunta. Sincera. Incómoda. Profunda. Cuando te atreves a mirarte con ojos nuevos, lo que parecía obvio deja de serlo. Y eso puede doler, sí, pero también libera. Porque te abre la puerta a elegir tu historia en lugar de repetir la de otros. Si no sabes por dónde empezar, empieza por ahí: ¿Quién soy en verdad?

✨ Llévate esto contigo
Cambiar no empieza con un gran paso. A veces empieza con una pregunta pequeña, incómoda, pero honesta. Si esta historia te tocó, no la dejes solo en la emoción. Haz que se mueva dentro de ti. No necesitas entender todo hoy, solo darte permiso de mirar hacia adentro con curiosidad y sin juicio. El resto… llega caminando.
✨ Algo que puedes hacer hoy mismo:
Escribe una lista de las frases que más te marcaron en tu infancia o adolescencia. Luego, subráñalas con un color distinto según si aún crees en ellas o no. Solo obsérvalas. Sin juicio.
📆 Algo que puedes probar esta semana:
Tómate un rato en silencio para preguntarte: “¿Hay alguna creencia que llevo cargando y ya no me sirve?” Escríbela. Luego, escribe una nueva que te gustaría empezar a creer de ti.
🌱 Algo que puedes repetir a largo plazo:
Crea el hábito de preguntarte cada vez que te etiquetas:
“¿Esto es verdad o solo es una idea repetida?”
Hazlo con compasión. Esa pregunta puede cambiar tu manera de verte.
➕ Ejercicio extra
De ahora en adelante, cada vez que alguien te diga que eres de cierta manera, no lo aceptes sin cuestionarlo. Pregúntate (y si quieres, escribe):
¿En verdad soy así?
¿Quiero ser así?
¿Quién me está diciendo esto y desde qué lugar?
🪷 Recursos que recomiendo
Cuando empecé a cuestionar las ideas que creía ciertas sobre mí, sentía que no tenía con qué reemplazarlas. Había un vacío entre lo que ya no me creía… y lo que sí quería creer. Estos dos libros me ayudaron justo en ese momento, no con respuestas mágicas, sino con palabras que me hicieron ver que otra versión de mí era posible.
📘 Yo Pude, ¡Tú Puedes!
Este libro me hizo sentir acompañada. No me hablaba desde arriba, sino desde el mismo lugar en el que yo estaba: ese punto en el que sabes que algo no encaja, pero no sabes por dónde empezar. Si necesitas una voz que te recuerde que no estás rota, solo condicionada, empieza por aquí.
📗 Si lo crees, lo creas
No se trata de pensar bonito. Se trata de darte cuenta de que llevas años creyendo cosas que no elegiste. Este libro me ayudó a tomar distancia, a observar mis pensamientos y, poco a poco, elegir nuevos. Si estás lista para cuestionar lo que diste por cierto, este puede ser tu siguiente paso.